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Textos:
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<< Montse Arbelo y Joseba Franco
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<< Claudia Gianetti
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<< Karin Ohlenschläger
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<< Rosa Pérez
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<< Gonzálo Vadecráneo
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<< Michiru Nakanishi
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<< Amaya de Miguel
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<< Alejandro Sacristán
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<< Jaime del Val
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<< Laura Cañete
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<< Julio Juste
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<< Claudio Utrera
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<< Damián Casado
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<< Yasmín Alt
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<< Javier Duero
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<< Pablo Berástegui
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<< Pistolo Eliza
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<< Vicente Matallana
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<< Angela Martínez
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<< Eva Galatea
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<< Esther Rebollo
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En la Bienal de Pontevedra, sin conocernos, se mostró generosa con nosotros y nos facilitó un encuentro con Mª del Corral. Dos años después, esta primavera, coincidimos casualmente en una noche calurosa en Madrid propicia para hablar. Veníamos de “La Casa Encendida “, donde Amaya comisariaba una exposición tras sus estudios en New York. De ese encuentro surge este texto.

Persistente instinto auto-reflexivo por Amaya de Miguel 

Regar una planta desde miles de kilómetros de distancia, descubrir las posibilidades lúdicas de un programa infectado, manipular los sistemas de navegación de un juguete de los 80, diseñar el robot más receptivo a estímulos externos, apropiarse del software de una institución militar para darle un uso creativo, cambiar la posición de unos focos lumínicos desde otro país, crear el sujeto virtual más desarrollado... son prácticas de arte digital que, además del contenido específico de cada una (estético, político, filosófico, social), comparten una variable: son prácticas que remiten indefectiblemente a la tecnología que permite que se desarrollen, a códigos, a unos y ceros, a la evolución tecnológica, a experimentos técnicos y softwares audaces. Es muy frecuente que en el arte digital, el lenguaje artístico esté al servicio de algo que excede el entorno del arte y que incluso es ajeno a tal entorno: está al servicio de la tecnología. Los artistas utilizan figuras metatextuales para desbordar el texto artístico, y la obra finalmente se refiere fundamentalmente al medio que la hace existir. Por supuesto, cualquier medio habla de sí mismo: el óleo no es acero, el vídeo no es fotografía, y el medio determina la naturaleza de la obra. La diferencia es que en arte digital el medio no sólo determina la obra, sino que llega a constituir su núcleo central. Se trata de un recurso auto-referencial que domina las prácticas artísticas y los espacios de exhibición y pensamiento en el contexto digital.

La fascinación que artistas, comisarios y teóricos sienten hacia las nuevas tecnologías está en la raíz de la existencia de discursos auto-referenciales. El nacimiento de los new media fue vivido por muchos en la comunidad artística como el surgimiento de un nuevo paraíso: los new media aparecieron como una tierra virgen en la que investigar, experimentar y crear, llena de secretos ocultos y promesas que desafiaban los cauces tradicionales de producción, distribución y consumo del arte. El uso de las nuevas tecnologías estaba asociado a una decisión política de izquierdas, ya que el medio prometía una estructura alejada de los centros de poder, una estructura democrática, de absoluta libertad y para todos. En consecuencia, los profesionales del arte digital han producido obras, exposiciones y textos en los que se manifiesta una total fascinación por la tecnología y sus posibilidades ofreciendo, en consecuencia, un texto auto-referencial que aísla este tipo de prácticas artísticas del resto.Este protagonismo del medio contrasta con la tendencia en el resto de las formas de creación, donde las categorías basadas en el formato se han sustituido por categorías basadas en el contenido.

Si bien es posible encontrar exposiciones dedicadas exclusivamente al estado actual de la pintura, y si bien todavía hay muchos museos cuyos departamentos se basan en la especificidad del medio, la tendencia en los distintos entornos de la cultura contemporánea es la contraria: romper las definiciones estrictas del medio para crear discursos en base al contenido. Contra la fascinación hacia lo tecnológico que produce discursos e instituciones auto-referenciales cabría decir que la auto-referencialidad es una figura moderna que contradice los principios de la democracia, ya que implica la construcción de un mundo limitado y definido, que se basa más en la exclusión que en la inclusión, y que implica una consideración jerárquica y diferenciada de las distintas formas culturales. Aún más, semejante fascinación puede producir discursos que consideran la tecnología como un ente autónomo, independiente y neutral, olvidando la carga ideológica -positiva y negativa- que se ha volcado sobre la tecnologia. Sobre todo, se puede olvidar que en la tecnología se proyectan utopías de desarrollo y progreso en consecuencia: de felicidad- para satisfacer intereses de multinacionales y gobiernos que utilizan la promesa de la tecnología para crear hábitos de consumo (tanto de aparatos tecnológicos como de información), y para regular nuestra manera de comprender el mundo. Hoy en día, desvelar que la tecnología no es un elemento neutral, sino que está cargado ideológicamente, es una acción política. Curiosamente, la tendencia moderna auto-referencial contrasta ostensiblemente con la naturaleza postmoderna de internet, el medio que se ha convertido en epítome del rizoma, de la apropiación y el pastiche, de la muerte del autor y del lector, el medio que facilita la viabilidad del orden global, y que simboliza el mapa en el que, según Fredric Jameson, el sujeto postmoderno se pierde.No quisiera que este escrito se convirtiera en una crítica al arte digital. Este escrito es una crítica a las miradas fascinadas y acríticas volcadas sobre el mundo de la tecnología, a lo que el net-artista y teórico Lev Manovich llama “state-of-the-art computer technology” refiriéndose a los foros en los que sólo se habla de desarrollo tecnológico. Lo que me interesa, al contrario, son las reflexiones sobre cómo la tecnología y el arte se alían en ocasiones para buscar algo que les excede, algo que Heidegger habría llamado “la verdad” y que hoy, en tiempos del post-capitalismo, definiríamos como un intento discreto de dibujar el mapa cognitivo en el que nos desenvolvemos con mayor o menor acierto, los ciudadanos del mundo desarrollado.

En la complejidad del entorno que habitamos hoy en día, esta investigación sólo se puede hacer desde foros plurales en los que se integren disciplinas y perspectivas diversas, y en los que la tecnología no sea una entidad autónoma, sino un término que se utiliza para referirse a muchas realidades distintas, y en la que concurren implicaciones ideológicas.Me gustaría cerrar este artículo con un breve fragmento de la novela White Noise del escritor norteamericano Don De Lillo, en el que sarcásticamente se pone de manifiesto cómo la tecnología ha llegado a ocupar un lugar tan predominante en la postmoderna sociedad de masas, que el ciudadano no se cuestiona su presencia ni su significado. En la cita que he elegido Jack Gladney, el protagonista, decide analizar su nivel de contaminación tras haber estado expuesto a una sustancia química durante dos minutos y medio. La respuesta dada por el ordenador aparece como “estrellas parpadeantes” (pulsing stars), estrellas que son la evidencia de que la muerte, por primera vez en la vida de Gladney, es una amenaza real: “You are the sum total of your data. No man escapes that.”-Yo no me preocuparía de lo que no veo o siento -dijo.- Yo seguiría viviendo mi vida. Cásese, estabilícese, tenga hijos. No veo por qué no puede hacer estas cosas, según los datos que tenemos.-Pero usted dijo que teníamos una situación.-Yo no lo dije: lo dijo el ordenador. El sistema lo dice. Es lo que llamamos un resultado total de la base de datos. Gladney, J. A. K. Tecleo su nombre, la sustancia, el tiempo de exposición y lo meto en su historial. Sus datos genéticos, personales, médicos, psicológicos, policiales y hospitalarios. Aparecen estrellas parpadeantes. Esto no significa que vaya a sucederle nada, por lo menos hoy o mañana. Simplemente significa que usted es la suma de todos sus datos. Nadie escapa a eso.Don DeLillo, White Noise.

© Amaya de Miguel. Curator independiente(“A relentless self-reflexive instinct”. El título del artículo lo he tomado de una carta de evaluación que Alex Galloway escribió como respuesta a mi exposición y tesis TechnoSkeptic (Bard College, 2003). En su carta, Galloway afirmaba que la auto-referencialidad en arte digital era una de las principales tendencias, que se oponía a la naturaleza política y crítica de las obras que yo había seleccionado para la exposición.